Los emigrantes es la serie más grande que a producido la televisión sueca en 1971.
Basada en la novela de Vilhelm Moberg. Dirigida por Jan Troell. Grandes actores suecos participaron como Liv Ullman y Max Von Sydow, que luego obtendría fama mundial por su participación en películas de Igmar Berman.

A mediados del 1800 hasta 1910 emigraron de Suecia 2 millones de personas hullendo del hambre y la pobreza. Muchos se establecieron en Usa pero un grupo importante de colonos suecos llegaron a Argentina y se establecieron en Misiones.....

El capítulo 15 trata del viaje a America en barco. A pesar de que en la serie se habla sueco es una muy interesante ilustración de la época, además cabe notar que en sus costumbres los suecos son muy similares a los alemanes.....

Todos los 46 capítulos de la serie están en www.youtube.com copia el enlace siguiente en tu buscador. Allí los encontrarás!!!

http://www.youtube.com/watch?v=ELdopaTYrQc&feature=BFa&list=ULCsedJ62L7n8&index=9


Para los inmigrantes de todas las procedencias viajar a América era toda una odisea. Con suerte, en un mes y medio llegaban. Esto considerando un pasaje sencillo, sin escalas largas. Los que comenzaban desde el interior de las estepas para llegar a lo profundo de las pampas podían tardar hasta tres meses. Un pasaje de tercera clase en un barco de inmigrantes equivalía a un tour por los suburbios del infierno con comida incluida y con opción a todas las comodidades, desventuras y pestes que el siglo diecinueve ofrecía.

Las compañías navieras embarcaban la mayor cantidad de gente en sus barcos para engrosar sus ganancias. Algunos de esos barcos eran de carga. Las camas estaban dispuestas en dos pisos y tanto se había ahorrado en las maderas de sostén que los que dormían abajo rozaban con la nariz el jergón de arriba. En el diario de viaje de un inmigrante suizo, se lee: "Nuestro entrepuente se asemeja más a un establo para vacunos que a una vivienda, y nadie permanece sino el tiempo indispensable en ese agujero oscuro sin ventilación al que lleva una sola entrada, como no sea para cambiarse de ropa, y de noche para proporcionar un poco de reposo a los miembros cansados, atormentados, porque no hay lugar para ello en cubierta. Aquí falta todo. No hay lugar ni para estar de pie, ni para sentarse ni para acostarse... En pocas palabras: la carga humana se trata, ni más ni menos, que como una mercadería a la que debe prestársele estrictamente la atención suficiente para asegurarle lo indispensable para subsistir ".
Durante los primeros quince días el mareo los tenía atornillados en el colchón, o bien echados sobre la borda arrojando al agua el contenido de sus estómagos y tratando de que la buena brisa del océano aventara el desconsuelo y el color verdoso de sus caras.
El ocio se matizaba con canciones del terruño, escuchando a los tocadores de acordeón, tejiendo, rezando, fumando, jugando a los naipes, leyendo folletos sobre emigración y tratando de aprender el español.
Privados del placer de remolonear en la cama, se levantaban al alba. Tras enjuagarse las lagañas con agua de mar, comenzaba la espera del desayuno que se servía a las 8. Por suerte, las comidas cortaban la jornada sin fin. Un desayuno tipo consistía en sopa de batatas, un día mezclada con arvejas y el otro con arroz. El almuerzo del mediodía era sopa de papas o batatas hervidas con carne salada o tocino. A las cinco se servía la cena; sopa de papas con arroz y porotos. En la variedad de féculas estaba el gusto.
Con semejante plan de comidas, iguales entre sí como las cuentas de un rosario, había que durar entre cuarenta y cuarenta y cinco días. El estómago emitía sus quejas. Los platos estaban cocidos en manteca rancia y repugnaban a tal punto que a la larga muchos preferían pasar hambre.
Además de las cucarachas —pasajeras infatigables de todo barco que se precie— la suciedad se completaba en este caso con chinches y piojos de cabeza. El amontonamiento y la falta de aire del entrepuente alentaban la multiplicación de toda clase de insectos que se alojaban en los colchones. Una escena común era ver a las madres sobre cubierta en las tardes cálidas de los trópicos despoblando con paciencia tierna las cabezas de sus hijos.
En el barco estaban obligados a convivir militantes autodidactas y labriegos analfabetos; familias que educaban a su prole en el temor a Dios, y muchachones inescrupulosos, rudos, poco sociables, que se lanzaban a una aventura solitaria. No eran raras las discusiones.


La pipa

Pipa, viene del latín vulgar pipa, flautilla, a su vez derivada de pipare, piar. Es, según la definición de los diccionarios el utensi¬lio de uso común para fumar tabaco de hoja y otras hierbas.
Utilizaron ya pipas de barro, los legionarios romanos originarios de Oriente cercano y medio, y, más tarde, se sirvieron de ellas, con variedad de formas, los árabes y los habitantes de otros países musulmanes. Entre las variantes propias del Oriente, es de destacar la pipa turca y la pipa de agua. En la pipa persa, indostánica y turca, compuesta de un tubo largo flexible, la cazoleta (el antiguo coco), donde se quema el tabaco (u otras hierbas) y de un vaso a tarro de loza, cerámica o vidrio, lleno de agua perfumada, al través de la cual se aspira el humo.
La moderna difusión de la pipa en Europa se debió a los portugueses, que la importaron de América del Sur, continente de donde procede, el tabaco, y en el cual tenía una relativa generalización su uso. En realidad, a la circunstancia de ser América la patria del tabaco responde sólo en parte la riqueza en formas de pipas.

El rapé

Fuera del tabaco en rollo, de picar, para armar cigarrillos, la mayor forma de consumo del tabaco, especialmente entre las clases altas, haya sido la del polvo estornudatorio llamado rapé, el mismo que provocó excomuniones en Roma y severas penas legales en Europa desde el siglo XVI en adelante, el mismo que se convirtió en símbolo de elegancia, entre hombres, y aun entre mujeres, en la corte de Luis XIV, y que sirvió de pausa en las intrigas palaciegas, en la diplomacia tan rebuscada de los siglos XVII y XVIII y aún en las antesalas galantes del barroco y el rococó.
Se llama rapé al polvo de tabaco, algo más grueso y oscuro que el ordinario y elaborado con hojas cortadas algún tiempo después de maduras.
El sistema de preparación es el siguiente; a una adecuada mezcla de hojas de tabaco fuerte, maduras como se ha dicho, se le moja con agua salada, se corta groseramente y luego se deja fer¬mentar en grandes masas, por espacio de tres meses; durante este tiempo la temperatura de la masa de tabaco en fermentación llega a elevarse hasta 80°, se ennegrece y se le desarrolla un aroma especial. Estas masas se muelen luego de secas, en molinillos semejantes a los de moler café; mójase de nuevo el rapé y sufre entonces una segunda fermentación, esta vez amoniacal, en unas grandes cámaras cerradas, por espacio de nueve o diez meses, al cabo de los cuales se ha desarrollado totalmente el auténtico rapé.
El rapé se expendía en cajas de madera y, particularmente, en latas. El usuario lo fraccionaba y llevaba en una cajita con su tapa, llamada rapetera, generalmente de plata u oro, con esmaltes, pie¬dras, cinceladas, etc., según el gusto y riqueza del usuario.
Se tomaba una ración o pulgarada, entre el índice y la yema del pulgar que oficiaba como una cucharilla, y con esta última se introducía, rápida y sucesivamente, el polvo en las narices, lo que producía un casi inmediato efecto estornudatorio, asi como también excitante.

Los cigarros

La palabra cigarro parece derivada de cigarra, sea por su forma que recuerda la de estos insectos, sea porque en las plantaciones de tabaco se criaban éstos en abundancia. Cigarrales llamáronse los huertos de cultivo de tabaco.
Para elaborar los cigarros puros, las hojas se someten a un proceso que se denomina devanar; esto es, se les quita las nerva¬duras gruesas quedando las hojas mucho más parejas, flexibles y despojadas de esta parte incómoda y de aroma menos fino.




“Los alemanes del Volga tenían por tradición fumar en pipa y también utilizaban el rapé. Al respecto tenían algunas prácticas muy particulares: el fumar estaba únicamente reservado a los hombres y rara vez lo hacían en la vía pública. Otra usanza singular era que un hijo, en tanto permanecía soltero, no podía fumar ante su padre. Y entre las mujeres estaba literalmente prohibido. Las pipas usadas por los colonos estaban confeccionadas en madera de ébano, en Rusia, y de guinda, en la Argentina, y poseían algunas características muy llamativas, como: el caño por donde se aspiraba el humo a veces llegaba a tener medio metro de longitud. La parte donde se cargaba el tabaco era de loza y la tapa de metal niquelado. Para las clases más humildes existían las pipas de caño flexible, hechas con trenzas de lonja. A las pipas se las denomina Pfeife y al rapé Schnuptuback”, relata Friedrich Lauer en sus memorias. Pero el uso del tabaco en el mundo también esconde historias interesantes como la que refiere que “el Papa Urbano VIII, prohibió el uso del rapé en las iglesias y que excomulgó, en 1624, a sacerdotes que tomaban rapé mientras decían misa”. Y que “el Gran Duque de Moscovia, en la lejana Rusia zarista, y el Rey de Prusia, condenaron a que se les cortara la nariz a los fumadores, y, bastante más lejos y más violentamente, llegó el Shah de una región de Persia, imponiendo la pena de muerte (cortándoles la cabeza y no la nariz) a aquellos de sus súbditos que usaran el tabaco, en cualquiera de sus formas”.